Artículo publicado en El Periódico el día 23 de agosto de 2015 (ver aquí).
Casi 30.000 muertos en el Mediterráneo desde el año 2000 y la sucesión de naufragios de refugiados continúa imparable. Periódicamente, los gobiernos europeos dicen que van a tomar medidas contra tanta tragedia. Pero el hecho es que no las toman y que hay una enorme carga de hipocresía en la forma como abordan esta realidad.
La hipocresía comienza con el lenguaje que utilizan. Cuando se refieren a esas personas que tratan de entrar en Europa atravesando el Mediterráneo o saltando vallas las mencionan como inmigrantes (o inmigrantes ilegales). Pero la propia FRONTEX dijo que el 84% de los que entraron en 2014 huían de países en guerra. Son, por tanto, refugiados, no inmigrantes. La Convención de Ginebra sobre Refugiados define como refugiada a la persona que está fuera de su país tras haber huido de una persecución o un conflicto bélico, aunque todavía no esté en territorio de asilo. ¿Por qué entonces no los mencionan como refugiados? Sencillamente, porque quedaría en evidencia que los gobiernos europeos vulneran sus propias leyes de asilo así como la mencionada Convención que todos han suscrito.
De acuerdo con esa legalidad, los refugiados tienen derecho a solicitar asilo en cualquier país firmante de la Convención. Pero lo cierto es que Europa hace todo lo posible para impedir el ejercicio de ese derecho: vallas cargadas de cuchillas, acuerdos con países vecinos para que actúen sus gendarmes, negación de visados de entrada, etc. Podría parecer, a juzgar por el número de refugiados que entran en Grecia, Italia o Alemania, que la cerrazón europea es poco exitosa, pero en realidad es bastante efectiva: de los refugiados sirios (que son actualmente el grupo más numeroso), sólo el 7% están en países de la UE (menos de 300.000, de más de cuatro millones). El discurso dominante, que presenta a los países europeos como agobiados por una enorme presión migratoria, así como la xenofobia que tal discurso alimenta, tienen como resultado un grave incumplimiento de nuestras obligaciones en materia de asilo y derechos humanos. Si los refugiados mueren en el mar es porque les hemos cerrado las vías seguras de entrada.
Cuando los gobiernos europeos se reúnen para hablar de este asunto es sólo para tomar medidas de mayor control fronterizo o de lucha contra las mafias, pero ninguna de esas medidas ha cambiado ni cambiará la situación que estamos viviendo. Los refugiados seguirán huyendo mientras duren las guerras. Lo que deberían hacer estos gobiernos, aunque sólo fuera para cumplir la ley, es abrir vías seguras para que los refugiados lleguen a Europa. Esto incrementaría el número de los refugiados acogidos, pero no sucedería nada que Europa no pudiera asumir. Si Turquía tiene siete veces más refugiados sirios que los 28 países de la UE juntos (cerca de dos millones), ¿no podría el conjunto de la UE equipararse al menos a ese país? Claro que ello, para que fuera factible, debería venir acompañado de un contundente combate contra el discurso xenófobo.
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