Refugiats: cal alguna cosa més que actes puntuals
Miguel Pajares. President de la Comissió Catalana d’Ajuda al Refugiat.
Publicat per Públic el 20 de juny de 2018.
Versió publicada en catalá: aquí.
Versión en castellano:
Refugiados: se necesita algo más que actos puntuales
Este año, el 20 de junio, Día Mundial de las Personas Refugiadas, ha venido precedido de dos actos significativos realizados por el recién estrenado gobierno del socialista Pedro Sánchez: el ofrecimiento de acogida a los migrantes y refugiados que se hallaban en el Aquarius, rechazados por los gobiernos de Italia y Malta, y el anuncio por parte del nuevo Ministro del Interior de que se retirarán las concertinas (alambradas de cuchillas) de la vallas de Ceuta y Melilla. La organización que yo represento, dedicada a dar la atención a las personas refugiadas y a defender el derecho de asilo, celebra sinceramente esos dos actos, pero ahora más que nunca es necesario decir que lo que toca hacer en materia de asilo va mucho más allá. El Gobierno español tiene que definir una nueva política de asilo y de fronteras, respetuosa con los derechos y la dignidad de las personas, y ha de defender en el marco europeo un cambio profundo de las políticas que están realizándose.
Por lo que se refiere a la Unión Europea, diré que las políticas de asilo siguen siendo erráticas y no existe la política común que desde hace más de dos décadas se intenta establecer. Cada estado campa a sus anchas, y la llegada de la extrema derecha a varios gobiernos de la UE, o su crecimiento en muchos países, está llevando a políticas cada vez más restrictivas y represivas. A los países que se venían oponiendo a todo tipo de acuerdo sobre acogida de refugiados, Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia, se han unido ahora Austria e Italia, donde también la extrema derecha está en los gobiernos; otros países, como Dinamarca, Holanda o Suecia se suman a ese lado oscuro, y Alemania, por su parte, se debate en un mar de dudas que puede llevarla al mismo sumidero. La influencia de la extrema derecha xenófoba sobre la agenda de inmigración y asilo europea es enorme.
Por eso al Gobierno español le pedimos una intervención decidida en la definición de la política europea de asilo. Pero no basta con reclamar una política común, algo que los líderes europeos se plantean recurrentemente (cada equis años se hace un Consejo Europeo sobre inmigración y asilo en el que se dice que por fin se va a establecer la política común y jamás se acaba de lograr), no basta porque, aunque se lograra tal política común (cosa deseable), lo importante sería qué política. Por ahora, en lo que más se han puesto de acuerdo los gobiernos es en los aspectos restrictivos y represivos para impedir la llegada de personas refugiadas o para facilitar las expulsiones. Lo más común de la política europea de asilo es el refuerzo y militarización de la Agencia de Fronteras (Frontex, ahora Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), el desarrollo de vallas en determinados perímetros fronterizos, los vuelos de deportación conjuntos, o la externalización de las fronteras por medio de acuerdos con países vecinos.
Esos acuerdos están siendo el eje central de la política europea de asilo. El acuerdo con Turquía de marzo del 2016 consistió en darle 6.000 millones de euros a cambio de que no dejara llegar a los refugiados a las fronteras de la Unión Europea. Y funcionó: el flujo desde las costas turcas, de personas que huyen de las guerras de Siria, Afganistán, Eritrea y otros países, disminuyó drásticamente. A ese acuerdo le siguió otro con Afganistán, en febrero del 2017, para que su gobierno acepte la devolución de afganos expulsados desde países de la Unión Europea. Si el acuerdo con Turquía fue vergonzante y vulneró derechos humanos (el derecho de asilo entre ellos), el realizado con Afganistán superó el listón, ya que se expulsa a personas que huyen de una guerra entregándolas al mismo país en guerra. Y a ello se suma la creciente cooperación con Libia para que impida la salida de refugiados de sus costas, un país en el que los migrantes y refugiados sufren tortura y esclavitud. Y se sigue trabajando en otros acuerdos similares (Etiopía, Mali, Níger, Nigeria…). Éste es, de momento el punto alcanzado por la reclamada política común europea en materia de asilo.
Puede que a alguien le esté chocando lo que digo, ya que los acuerdos mencionados se han presentado como política de inmigración y no de asilo, o más concretamente, como política de lucha contra la inmigración ilegal, pero quiero advertir del profundo engaño que encierra esa forma de presentarlos. Todas las directivas, reglamentos y acciones de la UE y los estados miembro relacionadas con la llamada lucha contra la inmigración ilegal están dirigidas principalmente a impedir que lleguen refugiados. La mayor parte de las personas que intentan entrar en Europa por la frontera sur llegan huyendo de países en conflicto (Siria, Afganistán, Irak, Eritrea, Somalia, República Democrática del Congo, República Centroafricana, Nigeria, Burundi, Sudán, Sudán del Sur, etc.). Son, por tanto, refugiadas. Pero los gobiernos prefieren hablar de inmigrantes porque no hay ningún tratado internacional que les obligue a aceptar inmigrantes, mientras que sí lo hay cuando se trata de refugiados (la Convención de Ginebra sobre Refugiados). Los gobiernos europeos actúan ilegalmente cuando impiden la entrada de esas personas, y conviene recordar aquí que de esa política de cierre de fronteras a los refugiados se derivan las miles de muertes que se producen en el Mediterráneo.
De modo que sí, hay que trabajar para una política común europea de asilo, pero tiene que ser otra política. Otra política en Europa y otra política en España. Hay que abrir vías seguras para que las personas refugiadas lleguen sin jugarse la vida ni ponerse en manos de mafias; hay que poner fin a la externalización de fronteras y a los acuerdos con países que no respetan los derechos humanos; hay que acabar ya con las devoluciones en caliente (que, por cierto, tanto practica el estado español, así que ojo a este asunto, presidente Sánchez). Y, por descontado, hay que mejorar los sistemas de acogida. En el caso español, el sistema está colapsado de hace más de un año, y esta situación sólo se resolverá dotando adecuadamente todos los mecanismos del sistema.
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